
Hace algunos años que dejé de trabajar con mis propias fotografías y empecé a trabajar con las de los demás. Me ocupo de preservar los trabajos de otros fotógrafos, como conservadora y restauradora de patrimonio fotográfico en archivos y museos.
Tengo suerte. Mi trabajo me recompensa doblemente. Por un lado siento que lo que hago lo disfrutan los demás (cuando después de tratar los archivos de los fotógrafos al fin se exponen, se publican o se pueden consultar en línea) y por otro lado, mientras trabajo en contacto con las fotografías de otros, viajo, imagino y sueño.
Literatura, fotografía y sueño tienen mucha relación entre sí. Mientras limpio y restauro los negativos y las copias «pregunto al fotógrafo» por las personas que aparecen en sus fotografías, por sus inquietudes, sus referencias fotográficas, su inspiración… Y así, como el que lee una novela, viajo en el tiempo, vivo en lugares donde nunca he estado y trato de comprender el pasado y el presente.
Durante el mes de octubre (2017) he trabajado en el Arxiu Comarcal de la Garrotxa en el fondo fotográfico de Ángel Noguera. Él, como muchos otros fotógrafos de su época, dedicó parte de su tiempo libre y parte de sus ingresos a la fotografía, como mera afición. Sus fotografías están llenas de escenas cotidianas en las calles de Olot y otros lugares de la comarca, retratos de sus allegados y paisajes. Su mirada sencilla ha transmitido imágenes que lejos de ser un simple registro de una época son una mirada de autor.
Con sus fotografías entre las manos también esta vez he querido preguntarle a él por los protagonistas de sus retratos. Unos retratos silenciosos en escenarios austeros, disparados a una distancia perfecta.

Una de sus cajas me ha parecido especial entre todas las demás. En pequeños sobres de papel Àngel había escrito con tinta el contenido de los negativos. Los nombres de las personas que aparecían en las imágenes y los lugares donde se habían tomado las fotografías. Estos sobres estaban numerados, quizás como un intento de poner un orden a los recuerdos. Es curioso ver cómo, por ejemplo, el sobre con el nombre «Dolors» reúne fotografías de su mujer a lo largo de su vida. Es bonito abrir ese sobre y ver cómo el tiempo se pliega ahí dentro.

Ver cómo ha querido guardar así, en pequeño, el recuerdo de una persona. Casi como querer guardar a esa persona en ese sobre de papel. Igual ocurre con los sobres de «La Montserrat», «Ángel i Santiago»… a los que vemos crecer mientras pasan los negativos entre las manos. Otro sobre, con la palabra «Nuvols» reúne fotografías del cielo. Son simplemente nubes… Una visión abstracta y muy contemporánea, como la de Alfred Stieglitz de los años veinte, en su serie «Clouds».
Su mirada es moderna. Olot, años 40. Supongo que de alguna manera también llegaban hasta aquí revistas gráficas y poco a poco el ojo se entrena. De cualquier manera, aprendidas o no, son imágenes originales, que recogen momentos únicos, gestos sutiles: una niña pasa dada de la mano de su madre; en medio de la nieve un coche sale de una calle; una conversación entre un vendedor y un comprador en las calles de Olot; gente paseando en la calle S. Rafel justo cuando la luz de la mañana entra como un telón blanco…
La fotografía es una herramienta poderosa. A penas sin darnos cuenta genera vínculos sólidos entre pasado, presente y futuro, sin que sea necesario dejar a un lado la poesía. Es fundamental hacer que esos vínculos, esas ventanas a otros lugares, no se rompan entre generaciones porque son fuente del conocimiento.
El abordaje de este proyecto ha sido integral, partiendo del material intacto, como fue recibido en el archivo, hasta la publicación en línea en la web del Arxiu (dónde puede ser consultado por cualquier persona). Así se cierra un círculo y se cumple un objetivo, el de preservar y difundir el trabajo de un fotógrafo de la comarca.
*Este artículo se publicó en Noviembre de 2017 en la revista Cartipás: https://www.olotcultura.cat/llegeix-el-plafo-i-el-cartipas-del-mes-de-novembre-2/
Barcelona
21 de Octubre de 2017